llamadodedios

Por: William Castaño Barón

En la Biblia encontramos varios ejemplos de personas que fueron llamados por Dios, para cumplir diferentes misiones. En tres de esos casos hay algo que es común, ante el llamado, esas tres personas optaron por presentar excusas ante Dios, con el fin de no cumplir la misión.

El primero de esos llamados, es el llamado de Dios a Moisés, que encontramos en Éxodo capítulos 3 y 4. Recordemos que Moisés había sido salvado milagrosamente de las aguas, adoptado como hijo por la hija del Faraón de Egipto. Fue educado allí, con todos los beneficios propios de su condición, pero bajo la tutoría directa de su propia madre y hermana. Luego de un episodio triste en el cual dio muerte a un egipcio que golpeaba a un hebreo, tuvo que huir al desierto, para luego emparentarse con Jetro, al casarse con su hija.

Estando en ese desierto de Madián, mientras cuidaba los rebaños de su suegro (Éxodo 3:2…) tuvo una extraordinaria visión, un encuentro con Dios, en medio del cual recibe su llamamiento para liderar la liberación de su pueblo esclavizado en Egipto, según Éxodo 3: 10. El llamamiento es claro, la tarea a ejecutar es clara, la misión es una sola. Pero es allí donde Moisés empieza a argumentar ante Dios múltiples razones que él considera son obstáculos para cumplir con el llamado de Dios.

A partir de Éxodo 3:11 y hasta Éxodo 4:13, Moisés usa una y otra y otra excusa para no ir a la misión, a cumplir la tarea encomendada con Dios. Cosas como, por ejemplo: “No me creerán”; “Quién soy yo”; “no soy hombre de fácil palabra” etc, etc, etc. Moisés, al igual que muchos de nosotros, buscamos en nuestro ser “debilidades”, “falencias”, “limitaciones”, o planteamos que otros están mejor preparados para esa misión, que quizá no estamos listos todavía; pero la verdad es que esa actitud es el resultado de vernos en nuestras propias fuerzas, y no en las de aquel que nos ha llamado. Estoy seguro que Dios nunca llamará a una persona, a cumplir una tarea, que le deje en ridículo a Él mismo. Cuando recibes un llamado de Dios a servir en su obra, no pienses quién eres, o qué tienes, piensa que si Él te llama es porque te conoce, sabes de tus fortalezas y de tus debilidades, Él no se equivoca al asignar una tarea.

 El segundo llamado que quiero mencionar es el llamado del profeta Jeremías.  Este relato lo encontramos en Jeremías 1:1-19. Jeremías era hijo de Hilcias, uno de los sacerdotes en Anatot, este llamado se lo hace Dios en el décimo tercer año de gobierno del Rey Josías en Judá, probablemente en el año 626 a.C. Pocos años antes de la caída de Jerusalén y el inicio de la cautividad en Babilonia.

Una de las particularidades de este llamado, es que Dios le dice al profeta en Jeremías 1:5, que Él lo conocía desde el vientre materno, esto hace que sea un llamado pre-establecido, desde su nacimiento ya Jeremías había sido escogido por Dios, y como mencionamos en el párrafo anterior, Dios no se equivoca al llamar a una persona. Dios no sólo lo había llamado desde el vientre materno, sino que también lo había santificado desde su nacimiento.

¿Cuál fue la actitud de Jeremías ante el llamado de Dios? En algunos aspectos muy similar a la de Moisés, se mira a sí mismo, analiza sus condiciones, evalúa el llamado y la dimensión de la tarea, pensando en él y no en quién lo estaba llamando y comisionando. En Jeremías 1:6 dice “Señor Jehová, he aquí no sé hablar, porque soy niño”. En realidad, el profeta Jeremías era ya un hombre, desde el punto de vista físico, emocional y legal, según la ley judía; la referencia a su edad lo que evidencia es cómo se sentía, ante la magnitud de la misión.

Qué le dijo Dios: “No digas soy un niño.. y luego le dice no temas”… (Jeremías 1:7) más adelante “estoy contigo para librarte”… Todo esto son promesas que él no estará solo, como tú y yo tampoco estaremos solos. Dijo el Señor al profeta y te dice también a ti: “Contigo estoy para librarte…” Luego con su mano toca la boca del profeta Jeremías y dice: “He puesto mis palabras en tu boca”, por lo tanto, no debemos angustiarnos pensando qué diremos, en su tiempo, Dios pondrá palabras adecuadas y pertinentes en nuestra boca.

El tercer relato es el llamado del profeta Jonás, lo encontramos en el libro de Jonás, en los primeros versículos del capítulo 1. Jonás era hijo de Amitai y recibió un llamado de parte de Dios, con un mensaje muy claro y una dirección clara. Debía ir a Nínive, pregonar contra ella el juicio, a causa de la maldad de ese pueblo.

¿Cuál fue la actitud de Jonás? Bueno, a diferencia de los anteriores llamados, él no argumenta contra Dios, ni le presenta excusas, solamente toma la decisión de huir, de ir a una población que estaba localizada muy lejos del lugar que Dios le había indicado. Se fue muy lejos, en lugar de ir a Nínive, se fue a Tarsis. Cuál pudo ser la verdadera razón de esta decisión de Jonás, no lo sabemos exactamente, pero probablemente era parte del pueblo judío que consideraba que Dios era el Dios sólo de Israel, y que su gracia y su misericordia eran sólo para el pueblo judío, en síntesis, Jonás no “pelea” con Dios, más bien, decide ir a otro lado, no cumplir la misión, dándole a entender a Dios, que él, Jonás, no está de acuerdo con el contenido de la tarea, no lo hará. Lo demás es historia, todos la conocemos, sabemos que finalmente fue a cumplir la misión, a regañadientes, pero lo hizo, luego de sufrir múltiples adversidades y dolores. A veces aprender a escuchar detenidamente a Dios y, particularmente obedecerle, es una tarea bastante difícil, por nuestra propia naturaleza egoísta y pecaminosa.

Como mencioné en el artículo del día anterior, usted forma parte de esos obreros que Dios está enviando a la mies, quizá no sabe aún en qué, cómo o con qué va a desarrollar ese ministerio precioso que Dios ha dado a cada creyente. Pero de una cosa estoy seguro, que, Si Dios lo llamó, Él lo respaldará, lo capacitará y lo guiará a cumplir su misión, que es la misión de Dios, que es la misión de Cristo.

Todos tenemos un llamado a servir en la obra de Dios, todos tenemos una misión que cumplir, qué vas a hacer; presentarás tus excusas ante Dios, o tomarás la decisión de huir lejos de Dios, o vas a descansar en él y te vas a preparar para cumplir la misión.

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